sábado, 2 de octubre de 2010

DESPEDIDA (Carta Nº 22)

GONZALO:


Y se nos acabaron los días... Siento nostalgia de caminar mirando Valparaíso de noche, pensando que los dioses idiotas me han olvidado en el malecón, que en la infinidad de la hora veinte me dejas sonriendo.

Mi hombre-puerto al que regreso siempre sin deudas, donada como una párvula que crece en tu abrazo de macho solo, la hembra multiluces que huele a pan y filosofía de barro, la que te ama torcidamente, fragante como una magnolia que jadea con los ojos cerrados.

Querido amigo, amante de la siesta corta y de la historia decimonónica, barítono de mi ópera estremecida, ¿en qué vereda de Santiago puedo recuperar la soberbia? ¿a quién le digo lo que dije a destiempo? ¿dónde atraco mi barcaza, la proa salina que partió tu agua? ¿quién hinchará mi velamen mezquino y acompañará mi vuelo de mariposa transocéanica?¿dónde te encuentro ahora que temo la dulzura?¿quién será el filatélico que amará mis sellos raros?

Arrodillada a un costado de la Iglesia de San Francisco le doy la espalda al Cerro Santa Lucía que albergó los cuerpos de los que murieron negando a Dios, y comienzo a llorar por los hombros, las articulaciones se me vuelven agua, y las caderas, ríos salobres que arrasan con todas mis fragilidades.

Cuando me despedí de tu costa, olvidé cerrar la ventana por la que se ve el mar.


MILITA