sábado, 1 de mayo de 2010

ORACIÓN A LAS DIOSAS QUE TE ARROJARON UN SÁBADO ENCIMA DE MI CUERPO

Aquí me tienen, diosas del olvido, en el templo en el que ruegan las mujeres. Estoy sentada en una nube densa como gota de jarabe y febrilmente invento oraciones para agradecer las horas en las que fui un jacarandá lila.


Alabadas sean las diosas que ponen milagros llenos de pan en mi vientre y me reparten en la cama del santo varón que me dieron hasta la madrugada. Alabadas, diosas de sal y edificios, diosas santiaguinas que descalzas velan los vuelos de las mariposas negras. Loados los gorriones que le tatué en los hombros y que hice volar cuando las pestañas del día se cierran.

Benditas ellas que me susurraron su nombre y me lo dieron un sábado: cobrizo, delgado, de paisajes múltiples como el país que nos parió dolientes y regionales.

Aquí estoy vertida como leche caliente para agradecer las violetas del parque y la carne de los

damascos.

Que por las altas montañas que nos convirtieron en islas y nos pusieron el pubis como verso oceánico, que por los desiertos, las selvas valdivianas, los valles y las vides rojizas, que por los lagares campesinos y los azadones violadores de la tierra, esa noche se torne nueva.

Así sea.

MILITA