viernes, 8 de julio de 2011
CARTA SOBRE LA MESA
Adiós a Bolaño leído desnuda en la alfombra que amparaba tu desorden, a la ducha helada, a tus urgencias y a las conversaciones que nunca tuvieron pauta y siempre puertos, a los sentimientos bastardos, a tus labios que me buscaban convencidos.
Desalojo de tus sábanas a Oliverio, a Pessoa, a Hanna Arendt ocupada como almohada de motel. Me despido en versos, en sonetos invertidos, en sinfonías y en solos angustiados. Lanzo besos a tus vecinos que almorzaban arrocito al ritmo de mis nalgas golpeando la pared.
Te aviso que no te devuelvo Rayuela, ni los libros de Germán Carrasco, que dejé en el refrigerador tu cena, y en tu cama, dos cuadernos en blanco.
MILITA
sábado, 2 de octubre de 2010
DESPEDIDA (Carta Nº 22)
GONZALO:
Y se nos acabaron los días... Siento nostalgia de caminar mirando Valparaíso de noche, pensando que los dioses idiotas me han olvidado en el malecón, que en la infinidad de la hora veinte me dejas sonriendo.
Mi hombre-puerto al que regreso siempre sin deudas, donada como una párvula que crece en tu abrazo de macho solo, la hembra multiluces que huele a pan y filosofía de barro, la que te ama torcidamente, fragante como una magnolia que jadea con los ojos cerrados.
Querido amigo, amante de la siesta corta y de la historia decimonónica, barítono de mi ópera estremecida, ¿en qué vereda de Santiago puedo recuperar la soberbia? ¿a quién le digo lo que dije a destiempo? ¿dónde atraco mi barcaza, la proa salina que partió tu agua? ¿quién hinchará mi velamen mezquino y acompañará mi vuelo de mariposa transocéanica?¿dónde te encuentro ahora que temo la dulzura?¿quién será el filatélico que amará mis sellos raros?
Arrodillada a un costado de la Iglesia de San Francisco le doy la espalda al Cerro Santa Lucía que albergó los cuerpos de los que murieron negando a Dios, y comienzo a llorar por los hombros, las articulaciones se me vuelven agua, y las caderas, ríos salobres que arrasan con todas mis fragilidades.
Cuando me despedí de tu costa, olvidé cerrar la ventana por la que se ve el mar.
MILITA
sábado, 1 de mayo de 2010
ORACIÓN A LAS DIOSAS QUE TE ARROJARON UN SÁBADO ENCIMA DE MI CUERPO
Aquí me tienen, diosas del olvido, en el templo en el que ruegan las mujeres. Estoy sentada en una nube densa como gota de jarabe y febrilmente invento oraciones para agradecer las horas en las que fui un jacarandá lila.
Alabadas sean las diosas que ponen milagros llenos de pan en mi vientre y me reparten en la cama del santo varón que me dieron hasta la madrugada. Alabadas, diosas de sal y edificios, diosas santiaguinas que descalzas velan los vuelos de las mariposas negras. Loados los gorriones que le tatué en los hombros y que hice volar cuando las pestañas del día se cierran.
Benditas ellas que me susurraron su nombre y me lo dieron un sábado: cobrizo, delgado, de paisajes múltiples como el país que nos parió dolientes y regionales.
Aquí estoy vertida como leche caliente para agradecer las violetas del parque y la carne de los
damascos.
Que por las altas montañas que nos convirtieron en islas y nos pusieron el pubis como verso oceánico, que por los desiertos, las selvas valdivianas, los valles y las vides rojizas, que por los lagares campesinos y los azadones violadores de la tierra, esa noche se torne nueva.
Así sea.
MILITA
miércoles, 3 de febrero de 2010
INSOMNIO (Cartas para Gonzalo, Nº 20)
MILITA
sábado, 19 de diciembre de 2009
PUTA (Cartas para Gonzalo, Nº 19)

miércoles, 9 de diciembre de 2009
TANGAMENTE (Cartas para Gonzalo, Nº 18)
“Abrázame fuerte que por dentro me oigo muertes, viejas muertes, agrediendo lo que amé.”
Balada para mi Muerte (Ferrer/Piazzola)
Te sé. Tengo tatuado en niebla tu pelo iracundo y desenfadado, tu sexo mendigo y dominante, las pecas de tus hombros a la que accedo abriendo mis brazos como un ángel donado, los que tan encima de mí existen cuando te beso con todos los sabores. Te sé, y con tus fortalezas y tus rejas que me mantuvieron lejana tanto tiempo me hice collares y sujetadores para el cabello, y cada tarde que me negaste la entrada y cerraste los ojos a mi pasión de pehuenche oscura sirvió para enlazarte a traición después, cada vez que en punta de pies te busqué la boca fue recompensado con la tuya en mis tobillos para instalarme los huracanes que destila tu lengua.
Te bordo las pasiones y te muerdo la esperanza… Pero ¿me conoces tú con la contundencia de saber que tiritan mis labios cuando me derramas encima la semilla de tus olmos? ¿Tú conoces el poderío que se doblega ante ti? ¿mi potencia trastocada en caricia que tiembla? ¿mis miedos escondidos en pequeñas cajas de avellano? ¿las luciérnagas del pubis? ¿los volcanes y mis abrazos telúricos? ¿la muerte que se me enreda en el pelo y esa tristeza de fondo que tiene el sol que me alumbra? ¿me ves en los escarabajos negros que arrancan entre las piedras? ¿en las certezas que se diluyen en el jugo de naranja de tu desayuno? ¿en el café que te bebes a las diez de la mañana? ¿me reconoces acaso en las mujeres de agua que te miran sin saber que tejes orgasmos? ¿y en los hombres andinos que no leen? ¿y en los viejos que caminan ralentizando la mudez perenne? ¿y en los sexos enhiestos de los jóvenes que prolíficamente reparten el olor de sus violetas? ¿y en la mala pirueta que te desnuca me ves?
Amigo, ¿me ves o vendrás apenas a marcarme la carne a las seis de la mañana?
sábado, 28 de noviembre de 2009
CON BALCÓN AL MAR (Carta Nº 17)
Joaquín Sabina
Primavera de 2009
Querido Gonzalo:
Un año después nos reunimos para compartir un café. Mientras hablas con la intensidad que siempre te ha precedido, miro la barba entrecana que no existía antes y me pierdo en las manos delgadas que alguna vez contuvieron mi garúa.
Cada vez que bebo un café en tu nombre siento en el pubis un presagio oscuro. ¿Ristretto? Sí, Ristretto porque es un amor condensado, profundamente aromático, denso en su esencia, líquido, caliente, breve… sobretodo breve. Me queda en la lengua el sabor de tu efímera estadía por mucho rato, puedo cerrar los ojos y volver nuevamente a amarte en la ausencia que no te duele como a mí.
El aliento de una última palabra queda en mi cuello por los eones en los que la ópera salió de tus manos hacia el alambique tibio y cobrizo en el que empiezan mis piernas. Observo las vetas del roble que contiene en su interior mis uvas retintas, el lagar en el que reposa mi castaña donación tardía, y me sorprendo al verme aún en la copa.
Me abrazas y tus manos cruzadas al final de mi espalda me estremecen los tatuajes que la lluvia de Valparaíso me dejó hace doce meses. Los huracanes me cimbrean hasta doblarme en dos partes: una de ellas se aleja y cruza la calzada, la otra se queda siempre en ti porque el amor tiene balcón al mar.
MILITA